20-11-2024 | En la jornada se colocaron nombres vinculados a la defensa y prestigio de la universidad pública argentina. Mauricio Amílcar López, Daniel Olivencia y Raquel Moretti ya forman parte del mar de memoria del EPM.
Noviembre fue el mes elegido para sumar baldosas en memoria de víctimas del terrorismo de Estado perseguidas por el régimen por su participación colectiva en ámbitos de la educación superior. La decimoquinta colocación se realizó el 20 de noviembre, Día de la Soberanía Nacional, en el marco de las acciones vinculadas al 22 de noviembre, fecha en que se celebra la gratuidad universitaria, establecida por decreto en 1949.
Participaron, especialmente, referentes estudiantiles, gremiales e institucionales de las universidades nacionales de San Luis y de Cuyo. La Agrupación Nietes, integrante del EPM, y la Asamblea Interfacultades tomaron la palabra en representación de las juventudes; el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH), la Fundación Ecuménica de Cuyo (FEC), compañeros y compañeras de militancias y estudios de López, Olivencia y Moretti, se sumaron a familiares que participaron de la colocación.
Perfiles
Mauricio Amílcar López
Mauricio nació en Bahía Blanca, el 18 de abril de 1919. Creció junto a sus hermanos y hermanas, en una familia vinculada a la Iglesia Evangélica de los Hermanos. Su padre trabajaba en Correos y Telégrafos. Cuando era joven, la familia se trasladó a Mendoza y Mauricio estudió filosofía en la Universidad Nacional de Cuyo, donde, más tarde, también fue profesor. Escribió varios libros y realizó un doctorado en Filosofía en la Universidad de París. Fue un gran académico e intelectual de reconocimiento mundial.
Mauricio fue profesor de Lógica y filosofía, de Psicología y Pedagogía, y dictó cursos y conferencias como integrante del Consejo Mundial de Iglesias. Colaboró en la organización de la Conferencia Mundial de Iglesia y Sociedad bajo la consigna de “el compromiso cristiano en la revolución técnica y social de nuestro tiempo”.
En 1972, Mauricio López fue fundador —como pastor de la Iglesia de los Hermanos Libres— de la Fundación Ecuménica de Cuyo (FEC) y del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH), junto a la pastora Alieda Verhoeven, el obispo metodista Federico Pagura, el exsacerdote católico Rolando Concatti, el referente cultural Oscar Bracelis, entre otras personas. La FEC trabajó fuertemente en la solidaridad con las personas que llegaron a Mendoza huyendo de la dictadura en Chile.
En 1973 fue nombrado rector de la recién creada Universidad Nacional de San Luis, cargo que ocupó hasta el golpe militar de 1976. Nora, una joven estudiante del profesor Mauricio López, lo recuerda como “una persona muy agradable, con sus ojos azules, profundos; su hablar pausado y reflexivo, su enorme capacidad para explicar y, más importante todavía, para escuchar la palabra de sus estudiantes ‘como si ellos y ellas le revelaran el mundo’. Se destacaba su profunda humanidad”.
“Pudo haberse ido”, piensan, pero él no pudo imaginar que existiese tamaña brutalidad. Mauricio López fue secuestrado el 1 de enero de 1977 de su casa de Mendoza. Estuvo detenido en el centro clandestino de detención de Las Lajas. Permanece desaparecido.
Mauricio tenía 57 años.
Daniel Horacio Olivencia
Daniel nació el 7 de octubre de 1950 en Mendoza. Cursó la escuela secundaria en el Liceo Militar General Espejo. Comenzó la carrera de Psicología en la Universidad Aconcagua, luego siguió sus estudios en la Facultad de Antropología Escolar, donde fue presidente del centro de estudiantes y se recibió de psicólogo en diciembre de 1974. Fue la última cohorte que egresó allí.
El 1 de abril de 1977, esa facultad fue cerrada por la dictadura. Hasta hoy, solo quedó la opción privada para estudiar la carrera de Psicología. Daniel también tenía conocimientos avanzados en electrónica y era un deportista destacado en esquí y andinismo.
Estaba en pareja con Ana Montenegro, se conocieron mientras estudiaban psicología. Tuvieron una hija, Victoria. “Él era una persona muy especial, no solo físicamente, sino que también era inteligente y carismático. Se preocupaba por el otro y sabía que en su lucha se jugaba su propia vida”. Daniel realizaba trabajo social entre los sectores populares en Mendoza.
“Como hija —dice Victoria— me gustaría que se recuerde la preocupación que tenía de transformar una realidad injusta que se mantiene hasta estos días, y por no ser indiferente. Me emociona pensar que es muy fuerte el parecido con mi padre”.
Daniel militaba en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y en la organización Montoneros. Compartió activismo y vivienda con María del Carmen Moyano y Carlos Poblete, pareja que fue desaparecida y cuya hija es la nieta de identidad restituida número 127, Miriam.
En 1975, el Comando Anticomunista Mendoza (CAM) puso una bomba en su casa. Daniel declaró, a diarios de la época, que sabía que el atentado fue por su compromiso con defender las conquistas estudiantiles. Luego, Daniel fue secuestrado y, gracias a sus compañeras y compañeros, pudo ser liberado. En el mismo año, le colocaron una segunda bomba. Se refugiaron con Ana en San Juan, continuaron la militancia, puso un taller de reparación de televisores y, en septiembre, nació Victoria.
Daniel fue secuestrado el 23 de octubre de 1976. Trató de resistir su captura, fue perseguido por la policía y herido de bala en la esquina de República del Líbano casi España, en Rawson. Lo llevaron a la Central de la Policía, luego no se supo más nada de él. Daniel tenía 26 años.
Raquel María Moretti Navarro
Kelly, como le decían, nació el 27 de junio de 1949. Era la mayor de tres hijos del matrimonio de Emma y Horacio. Estudió en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, se recibió de maestra y también daba clases de inglés.
Un poco después de terminar la secundaria, Kelly ingresó a la Escuela Superior de Periodismo, que luego cambió su nombre a Escuela de Comunicación Colectiva. Cursó toda la carrera y participó activamente del centro de estudiantes. Era seria e inteligente en las asambleas. Raquel tenía una relación con Edesio Villegas, también desaparecido.
Militó en Montoneros, en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y fue delegada sindical por el Ministerio de Economía, trabajo que tuvo que abandonar los primeros meses de 1976. Su sobrina, Carolina, recuerda que Kelly era una persona muy alegre, de muy buen carácter. “Teníamos una familia enorme, había muchos chicos y ella se encargaba de entretenernos para que no destruyéramos la casa de los abuelos”, cuenta.
Hasta que pasó a la clandestinidad, vivió con sus padres en la Ciudad de Mendoza. Su casa estuvo siempre abierta a juntadas, mateadas, reuniones entre estudiantes, compañeros y compañeras de militancia, y “eso se cortó cuando se produjo el golpe”. Huyendo de la persecución y la represión, Raquel se fue a San Juan, pero siempre procuró mantenerse comunicada con su familia. Su padre le ofreció irse del país, pero “ella en ningún momento quiso separarse de sus compañeros, de la organización”, contó su hermano.
Desde la clandestinidad, Raquel le escribió una carta a su tía Alicia Moretti, donde relataba que les había ofrecido a los militares entregarse para explicar el objetivo de la lucha. “Kelly escribió esa carta en lápiz, sobre un papel casi transparente”. Alicia la leyó, y fue la primera vez que Carolina escuchó la frase ‘justicia social’”.
Volvió a Mendoza y se alojó en la casa de su amigo Aldo Casadidío, en la calle Leopoldo Lugones de Ciudad. Allí sufrieron el secuestro y la desaparición el 7 de diciembre de 1976.