Día de los Derechos Humanos en el EPM: recorrido, baldosas y música

12-12-2023 | El EPM celebró el Día de los Derechos Humanos el lunes 11 de diciembre. Hubo un recorrido guiado abierto, dos murgas y una nueva colocación de baldosas por la memoria. Hubo una marcada precencias de los nietos y nietas de las personas desaparecidas; y también del emergente organismo de derechos humanos, Nietes, que se suma al EPM.

El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de Naciones Unidas —reunida en París— adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Por eso, el 11 de diciembre se celebró el Día de los Derechos Humanos en el EPM con distintas actividades: un recorrido abierto a todo público guiado por sobrevivientes, toque en vivo de las murgas La batahola y La buena moza, y la colocación de cinco Baldosas por la Memoria.

El proyecto de Baldosas por la Memoria inició en 2020 y tiene como objetivo crear un mar de memoria en la explanada del EPM con los nombres de las personas desaparecidas o asesinadas por la represión, antes y durante la dictadura, de y en Mendoza. En esta ocasión, los nombres escogidos para agregar son los de familiares de personas que construyen día a día el Espacio para la Memoria y los Derechos Humanos ex-D2. Sus historias de vida fueron leídas por nietos y nietas:

Rafael Carlos Espeche Díaz

Carlos Espeche

Carlos nació el 3 de enero de 1947 en la Ciudad de Córdoba. Creció en Guaymallén, Mendoza, con su padre, Rafael, y su madre —portuguesa—, Laura Díaz; también con su hermana, Laura, y su hermano, Alberto (Coco). Carlos era el más chico. A él no le gustaba el fútbol y soñaba con unir la fe cristiana con la actividad política en pos de un mundo mejor para las mayorías.

Fue a la escuela Guillermo Cano en la primaria y al Colegio Nacional Agustín Álvarez en la secundaria. En 1965 comenzó la carrera de Medicina en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) y se recibió en 1972. Desde 1968, aún como estudiante, comenzó labores docentes en la cátedra de Anatomía, donde se desempeñó hasta que debió irse de la provincia, huyendo de la represión, en 1975. También fue jefe de residentes en el Hospital Central de Mendoza.

Se casó en 1972 con su pareja de juventud: Mercedes Salvadora Eva Vega, también médica recibida en la UNCuyo. Según datos de sus legajos universitarios (reparados y entregados a la familia en mayo de 2023), Carlos debió ser docente de Mecha en primer año. 

Tuvieron dos hijos: Ernesto en 1973 y Mariano en 1975. Vivieron en Guaymallén primero y en Las Heras después. Militaban en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Se asentaron en el barrio Espejo de Las Heras, con el fin de tener allí participación comunitaria, donde se hicieron cargo del centro de salud 18 —que hoy lleva sus nombres— y se ocuparon de los problemas epidemiológicos derivados del servicio de agua proveído de tanque.

También militaron, antes, en el barrio San Martín, del oeste de la Ciudad de Mendoza, zona de basural reconstruida como barrio de la mano del sacerdote jesuita y tercermundista José María “Macuca” Llorens. 

En 1975, Carlos debió pasar a la clandestinidad, desde donde fue conocido como “Martín”. Acordó con su compañera tramitar la separación como medida de seguridad. Él se iría a Tucumán y ella seguiría la militancia de superficie y el cuidado de sus hijos. Mercedes fue secuestrada de su casa en junio de 1976 y permanece desaparecida. 

El 4 de abril de 1976, Carlos ya estaba en un campamento del PRT-ERP en la zona de Monteros, Tucumán. Esa noche iba en camino al pueblo de Santa Lucía, junto a un compañero y una compañera, en busca de remedios, alimentos y contacto con vecinos y vecinas aliadas. Dos grupos de tareas los interceptaron. En el primero cayó el compañero, Mariano; en el segundo cayó Carlos. La compañera Mirta —a quien conocían como “Susana”— intentó que siguiera camino con ella, pero los disparos fueron letales.

En el año 2014, restos de su cuerpo, recuperados por el Colectivo de Arqueología Memoria e Identidad de Tucumán (CAMIT), dieron positivo en el cotejo de ADN que hizo el Equipo Argentino de Antropología Forense con las muestras de Ernesto y Mariano Espeche. Así, los restos de Carlos fueron identificados en el llamado Pozo de Vargas, en Tafí Viejo, Tucumán.
Carlos tiene 3 nietos y dos nietas.

Carlos tenía 29 años.

Mercedes Salvadora Eva Vega

Mercedes nació el 15 de enero de 1948 en Mendoza. Su familia, históricamente instalada en la Cuarta Sección de la Ciudad de Mendoza, estaba compuesta por su madre, María Faliti; su papá, Mateo “Juan” Vega, y sus hermanos, Juan Carlos, Elina (Negrita) y Eduardo. Su nombre, Mercedes Salvadora Eva, fue elección de su padre, peronista y militante sindical de Agua y Energía.

“Mecha” o “Mechita”, como le decían, realizó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio San Pedro Nolasco, donde se recibió de maestra 1965. Luego comenzó a trabajar en la peluquería de su madre, ubicada en la casa familiar. En 1968, cuando tenía veinte años, ingresó a la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCuyo y en septiembre de 1974 obtuvo el título de médica.

Mercedes conoció a Carlos Espeche en su juventud. Él también estudió medicina. Según sus legajos universitarios reparados, en 1968 él era tutor de una materia de primer año y ella ingresó ese año, por lo que se deduce que tuvieron una relación de estudiante-docente. 

Se casaron el 5 de febrero de 1972 y tuvieron dos hijos: Ernesto en 1973 y Mariano en 1975. Cuenta Ernesto que “en la Facultad de Medicina compartieron la militancia. Allí era fuerte el PRT, al que pertenecían”. Mercedes y Carlos también compartieron militancia en el barrio San Martín de la Ciudad de Mendoza, junto al sacerdote jesuita tercermundista José María “Macuca” Llorens, quien realizó el bautismo católico a Ernesto en la “Iglesia de los pobres”. Muchas de las personas que estuvieron en ese grupo barrial —incluida Mercedes— fueron víctimas de la represión dictatorial en el llamado “Operativo antijesuíta”.

Mecha trabajó como médica en los hospitales Lencinas y Lagomaggiore. En 1974, la familia se mudó al barrio General Espejo, en Las Heras, donde se involucraron activamente con las problemáticas sociales y sanitarias de la zona. “Eran los médicos del centro de salud y vivíamos en la casa de al lado (…) De hecho ellos detectaron que el principal problema de salud del barrio tenía que ver con la contaminación del agua del tanque que proveía a la zona: infecciones, hepatitis y algunas enfermedades. Entonces instaron la organización comunitaria para lograr las obras de tendido de agua potable en el barrio.” El centro de salud n.° 18 hoy lleva sus nombres.

En 1975 el matrimonio decidió distanciarse como medida de seguridad ante la persecución e inteligencia de las que ya eran víctimas. El 7 de junio de 1976, Mecha fue secuestrada en su domicilio, de calle Ituzaingó de Ciudad, donde se encontraba con sus dos hijos, su madre y su hermano menor. Entraron y se llevaron a Mercedes con ropa de dormir, sin documentos, al grito de “no los vas a necesitar a donde te llevamos”. La metieron a un auto que Eduardo intentó perseguir, pero fue nuevamente embestido por la patota. No se supo nada más de ella. Carlos había iniciado, un año antes, un itinerario en la clandestinidad que lo llevó primero a Buenos Aires y luego a Tucumán, donde fue asesinado el 4 de abril de 1976 (sus restos fueron hallados en noviembre de 2014, en el Pozo de Vargas, Tucumán). 

Mercedes tenía 28 años.

Adriana Irene Bonoldi

Adriana nació el 10 de diciembre de 1953 en la localidad de San José, del departamento de Guaymallén, Mendoza. Creció en la zona de La Escorihuela, en Godoy Cruz, junto a su hermano, Nino, y su hermana, Dede. Tenía un especial talento musical, que le compartió su padre pianista, “El Biyi”. Su hermoso pelo era como el de Angelita, su madre, a la que casi no alcanzó a conocer porque murió prematuramente.

Cursó la primaria en la escuela Martínez de Rozas, donde compartió canto con Ana María Moral, víctima del terrorismo de Estado en abril de 1977. 

Adriana cursó la secundaria en el colegio del Magisterio de la UNCuyo, donde se recibió de maestra. Nino la describe como afectiva, brillante, con un enorme compromiso ético, espontánea, hermosa; una persona luminosa dotada para todo aquello que quisiera hacer. Adriana estudió piano en la Escuela de Música de la UNCuyo, tocaba la guitarra y cantaba. 

Dede recuerda que su vida —repleta de amores y desamores—  se transformó cuando, luego de muchos años de amistad, se enamoró de Marcelo Carrera. Se casaron el 15 de octubre de 1976 y militaron en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). “Puedo recordarlos felices, compartiendo la vida y la militancia como si todo fuera eterno. Aun en esos tiempos, de terrorismo de Estado, ese pacto fue incorruptible”. Colaboraban con la construcción de viviendas en la zona de La Estanzuela. Compartían militancia con la hermana de Marcelo, Mariú, y el esposo de ella, Rubén Bravo, quien también fue desaparecido.

Según sus compañeros y compañeras de militancia, la “Colo” era linda, muy atractiva, además de una pianista brillante. El Aula Magna de la Escuela de Música de la Universidad de Cuyo lleva su nombre. Una alumna de primaria la recuerda con “una sonrisa que llenaba el alma y un enorme encanto. Informal, juvenil, bonita, llegaba con su morral tejido con flores, sus zapatillas y sus jeans y lograba entusiasmar con la música a sus pequeños alumnos y alumnas”, que recuerdan “su juventud, su mirada diáfana, su alegría desbordante, el amor por la vida, el folclore, la música y su patria. Cantamos, en aquel último año de la primaria, ‘Y rasguña las piedras…’”, contó María Ester Correa.

El 1 de diciembre de 1976, luego de ese acto escolar, Adriana fue secuestrada en la calle, en Godoy Cruz. Estaba embarazada de poco más de dos meses. Días antes, había sido secuestrado y desaparecido Marcelo. Su hijo o hija debió nacer en cautiverio.  

Adriana tenía 23 años.

Marcelo Guillermo Carrera Jáuregui

Marcelo nació el 3 de noviembre de 1955 en la Ciudad de Mendoza. Creció en su ciudad natal, con su madre, Ester, su padre, Guillermo, y su hermana mayor, María del Rosario —conocida como Mariú—. Ella recuerda que vivieron en una casa antigua, muy grande, donde “teníamos perros, gatos, una paloma, árboles, un horno… Era una casa siempre llena de chicos”

Marcelo era travieso, juguetón, buen deportista. Jugaba al rugby en el Mendoza Rugby Club; antes hizo natación en Regatas. También tenía interés en el arte: le gustaba el folclore, tocaba la guitarra, cantaba. Le gustaba mucho la música. 

Dice Mariú que era “rebelde, bonito, lúcido, con una enorme capacidad para hacer amigos. Toda la etapa más bella de mi infancia está directamente relacionada con él, fue quizás como el primer hijo que tuve, cuando tenía 5 años, era un muñeco de verdad. Mi relación con él ha sido y seguirá siendo franca, directa, como inseparables desde que nació. Íbamos al cine Astral que era de mi tío Aníbal Gutiérrez. Veíamos… ¡qué sé yo cuántas películas! Después armábamos la historia. La mesa era la carreta donde nos subíamos todos”.

Cursó la primaria en la escuela Videla Correas. La secundaria la hizo en el Colegio Nacional Agustín Álvarez y, luego, en el Instituto Pedagógico del Oeste. 

En 1973, Marcelo viajó a Buenos Aires.  Su cuñado, Rubén Bravo, lo puso en contacto con Sebastián Llorens y Diana Triay, del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Ya en Mendoza, inició su militancia en el entonces en basural ubicado en la actual zona de La Estanzuela, en Godoy Cruz.  

Trabajaba en YPF desde 1974. Según su legajo laboral, reparado en 2013 y entregado a la familia en 2015, el 19 de septiembre de 1975 Marcelo ingresó como Operario Auxiliar de 3.a, en sede de YPF en Godoy Cruz. Su contrato fue rescindido el 1.° de marzo de 1977, por “abandono de trabajo”. 

Estaba en pareja con Adriana Bonoldi, una joven profesora de Música, también militante del PRT. Vivían en la calle Democracia de Godoy Cruz. El 24 de noviembre de 1976, un grupo de tareas lo secuestró de su hogar y no se supo más nada de él. Días antes había sido secuestrado su cuñado y amigo, Rubén. 

Adriana denunció el secuestro y presentó un habeas corpus. Contó que vio que se lo llevaron cuatro hombres con armas largas en un auto oscuro, Falcon, sin chapa. Ella estaba embarazada de poco más de dos meses. El 1 de diciembre, cuando regresaba del acto de fin de curso en la escuela Burgos donde era docente, fue secuestrada y permanece desaparecida. 

Marcelo tenía 21 años.

Juan Humberto Rubén Bravo Zacca

Rubén nació el 17 de marzo de 1950 en Maipú, Mendoza. Creció allí con su mamá, Mabel, y sus hermanos. Desde chico se sumó a las tareas necesarias para el sostenimiento de la familia.

Hizo la primaria en la escuela Padre Vázquez de Maipú, y la secundaria en el Colegio Nacional Agustín Álvarez. Siempre estaba rodeado de amigos y le gustaba mucho jugar al fútbol.

Rubén era actor. Formó parte de numerosos proyectos, integró el elenco municipal, escribió y participó en obras de radioteatro transmitidas en Radio Libertador. Fue el primer  secretario general de la Asociación de Actores delegación Mendoza, en 1975. Dirigía el elenco  “La pulga”, del cual formaba parte su compañera de vida, Mariú Carrera, a quien conoció en 1973. También actuaban Osvaldo Zuin y Raquel Herrera, desaparecido y asesinada —respectivamente— durante la dictadura cívico militar. Ese grupo, luego, se sumaría a la militancia, desde el arte, vinculada con el PRT. Querían hacer llegar el teatro a donde habitualmente no lo hacía, que no fuese una cuestión de “salas” nada más. Eran trabajadores y trabajadoras del teatro. Como grupo teatral, vivieron en una casa conjunta un tiempo y luego se instalaron en la calle Ituzaingó de la Ciudad de Mendoza. A finales de febrero de 1976, se fueron a Buenos Aires unos días a denunciar allí cómo estaba cayendo la represión, desde antes del golpe de Estado, sobre la militancia del PRT.

El 21 de octubre por la noche, Rubén estaba en su casa de calle Corrientes, en la Ciudad de Mendoza.  Allí vivía con su madre, su esposa y su hijo, Nazareno, de 8 meses. Esa noche entró por la fuerza una patota de represores, incluidos agentes policiales del D2 y de la Comisaría 7.a, de la Policía Federal y del Ejército.

Rubén tenía 26 años.

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